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Basados en textos de R. Tagore (según la traducción catalana de María de Quadras), Homs elaboró distintas versiones de Ocells perduts convirtiendo este ciclo en una de las obras más revisitadas de su catálogo. En este caso hay, además, una primera versión original para canto y piano -escrita entre 1923-24 y 1940-, de diez canciones que sirvió de base para las posteriores. Así, aparte de esta primera versión, contamos con una para clarinete sólo, de 1992-que contiene once números-, otra para voz, clarinete y piano de 1978 - con ocho canciones-, y la cuarta, escrita para voz, flauta, clarinete, violín, violoncelo y piano, acabada en 1976 y que es la que se encuentra en esta partitura.
La instrumentación de las siete canciones que conforman esta versión subraya, en un perfecto equilibrio –que en ocasiones no huye de duplicaciones lineales de las partes armónicas del piano- la sencillez y claridad de adecuación entre música original y texto (y entre texto y música, pues en las canciones II y IV, y en palabras del propio Homs, se siguió “un proceso, en cierto modo inverso, que consistió en seleccionar los textos más idóneos para que pudieran ser expresados musicalmente utilizando diversas melodías sin palabras que había anotado en los años 1931 y 1934...”). Tonales en sus planteamientos armónicos -completamente cerrados en algunos números y más ambiguos en otros- dentro de la mejor tradición “liderística” y enormemente auténticas en su falta de pretensiones, la belleza intrínseca de estas piezas queda resguardada por un uso instrumental en el que el color y su incidencia expresiva –mucho más importante en Homs de lo que se le ha querido reconocer-, juega un papel de discreto tapiz sobre el que se extiende el discurso íntimo de la música llevada por el canto.
Juan José Olives